LA FASES DE LA COMIDA EN LA CUARENTENA 

Así como los epidemiólogos han descrito las diferentes fases de la epidemia del Covid-19 a nivel poblacional, está claro que nuestra relación con la comida en este periodo de pandemia ha pasado también por diferentes momentos. Algunas de estas fases características, en modo de opinión personal, fueron:

La fase de El exotismo y todo es culpa de los chinos. Desde que en este lado del mundo se leían los reportes sobre el inicio de la pandemia, y en enero poco podríamos vislumbrar hasta qué punto esta epidemia iba a afectar la vida cotidiana de gran parte del planeta. En esta etapa, la enfermedad se reducía a anécdota, incluso mitificando algunas aseveraciones que con el tiempo se probaron falsas, como que el virus se había originado por el consumo humano de sopa de murciélago. Aquí se hicieron manifiestas las conductas de miedo a la alteridad, es decir, miedo al otro que es diferente y de quien no entendemos sus costumbres.

La fase de Acaben con el papel sanitario, las pastas, la harina y los frijoles. En diferentes lugares del mundo en los que los brotes endémicos ya eran noticia, la mayoría de la población, que se sintió vulnerable ante el virus y que se disponía a confinarse en sus casas, lo hizo no sin antes mostrar un comportamiento de hiperconsumo de ciertos productos que en el imaginario colectivo resultarían esenciales para permanecer en el confinamiento durante largo tiempo. En esta fase, se hicieron manifiestas algunas conductas que probablemente servirán en el futuro para ejemplificar el comportamiento de masas, la histeria colectiva, o bien la percepción social del riesgo y los mecanismos sociales que tenemos para asumirlos.

La fase de A comer como si no hubiera mañana. Dentro de la vida en el confinamiento, el acostumbrarse a una nueva cotidianeidad, en la que el trabajo, el ocio y el descanso suceden dentro de las mismas cuatro paredes cambió sin duda los hábitos alimenticios. Aunado a la ansiedad que provoca la incertidumbre de la ausencia de un plazo para salir del confinamiento y el hecho de no cambiar de lugar, esto provocó que algunas personas sintieran ganas de comer todo el día. Con la ansiedad de comer, llegó también la ansiedad de cocinar, probar nuevas recetas y matar el tiempo extra o satisfacer la curiosidad de hacer cosas de las que siempre existía la justificación de la ausencia del tiempo.

La fase de Adaptación al confinamiento y cuestionamiento sobre el futuro. Cuando el confinamiento se volvió habitual, algunas personas empezaron a tomar el gusto de hacer todo desde casa. Al mismo tiempo, se empezaba a cuestionar cómo sería la vuelta a las actividades posconfinamiento, que a algunos les gusta llamar “la nueva normalidad”. ¿Seguiríamos yendo a restaurantes como lo hacíamos anteriormente? ¿Los puestos de la calle desaparecerían? ¿Cómo serían las nuevas medidas y reglamentaciones para operar bajo estas condiciones? ¿Será que, después de todo, pedir la despensa a domicilio se quedaría como un uso normal?

En todas estas fases se ha puesto de manifiesto no sólo nuestra relación individual con la comida, sino las inequidades sociales de acceso a alimentos, nuestra relación con el consumo, la manera en la que percibimos el riesgo socialmente, pero, también, cómo nuestras vidas cotidianas dependen de factores estructurales sobre los que hay poca incidencia individual.

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